Manolo Hernández Douen
Bruce Bochy se fue trotandito a la lomita, señal de que no
iba a sacar a su taponero.
Deseaba observarlo de cerca, cerciorarse de que le quedaba gasolina
en el tanque.
Javier López y Santiago Casilla, relevistas latinoamericanos
que han ganado tres anillos de campeones de la
Serie Mundial con los Gigantes. (Foto cortesía de Bertha Fajardo/San Francisco Giants).
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“Quería verlo a los ojos, asegurarme de que estaba bien”,
explicó Bochy. “Le dije que lo respaldaba. Hizo buenos pitcheos y salió del
inning”.
Lo que notó el dirigente de los Gigantes de San Francisco
fue suficiente para darle un voto de confianza al cerrador dominicano Santiago
Casilla, con las bases llenas y el juego por una sola carrera de diferencia.
Minutos más tarde, Casilla retiraba el Out 27, gracias a
tremenda jugada del mexicano Ramiro Peña al fildear en la tercera base un roletazo
bostezante que amenazaba con empatar el encuentro, en lance tan cerrado que los
umpires tuvieron que apelar al sistema de repetición para resolverlo.
Casilla ya tiene más de 100 rescates en el Béisbol de Lujo,
pero ése frente a los Filis de Filadelfia tuvo un significado especial. Trabajaba
por tercer día seguido y venía de tirar 26 lanzamientos frente a los Piratas en
Pittsburgh antes de viajar a San Francisco para apuntarse su tercer salvado en
igual número de fechas del calendario.
En total, lanzaría 64 envíos en esos tres partidos, muy por
encima del promedio para un cerrador en las Grandes Ligas en semejante cantidad
de encuentros, pero lograría un par de cosas significativas: robustecería la
enorme confianza que le tiene Bochy y demostraría de nuevo que todavía le queda
mucho que brindar como lanzador.
“Es mi cerrador”, suele responder de manera tajante Bochy,
cada vez que alguien le pregunta sobre Casilla en algún momento en el cual no
haya tenido una buena faena. Después de todo, el rol de taponero en las Grandes
Ligas no tiene áreas grises. Usted es un héroe o un villano.
El nativo de San Cristóbal, República Dominicana, va a cumplir
36 años en julio del 2016, lo cual lo hace uno de los taponeros titulares de
mayor edad en la Liga Nacional –su paisano Fernando Rodney, canjeado hace poco a los Marlins de Miami, encabeza esa lista con 39-, pero así como va pudiera alcanzar o
rebasar su mayor total de juegos en una temporada (73) desde el 2012.
En su segunda zafra consecutiva como cerrador fijo –en
justas previas compartió ese papel con el derecho de ascendencia mexicana
Sergio Romo-, Casilla más bien ha evolucionado al paso del tiempo, desde aquel
jovencito que debutó en Grandes Ligas con los Atléticos de Oakland en el 2004 hasta
un serpentinero con cada día más recursos en la lomita.
Se le conocía como un pitcher que dependía de excelente
recta y una
tremenda slider, pero el otrora taponero de los Leones del Escogido
en la exigente liga invernal dominicana sumó una curva y un cambio de velocidad
que lo hacen más difícil de descifrar a la hora buena.
“Le agradezco a Bochy por la confianza que me tiene”, manifestó
Casilla. “Me encanta ganar, pero a veces uno comete equivocacones cuando no
tenemos buena localización y pagamos por ello. Nuestro cuerpo de relevo es bueno.
Le tengo mucha confianza.
“Lo que me gusta de Bochy es que conoce el juego”, elogió Casilla.
“Bochy es un tigre, sabe dirigir, sabe lo que hace”.
Como todo cerrador, Casilla no es vulnerable a esos momentos
desagradales que a veces ocurren cuando son castigados por un vuelacerrcas,
cuando toda la carne está en el asador.
“Para mí [aceptar éso] no es difícil”, indicó Casilla. “Yo lo
entiendo. Cuando te pegan un jonrón, sé que puede ocurrir. Si te pones a pensar
en lo que ya pasó, pierdes la mente. Debes pensar, ‘les tocó a ellos, ahora me
toca a mí’. Los bateadores comen un poquito,
pero yo tengo que comer más que ellos”.
En una serie frente a los Dodgers de Los Ángeles, Casilla
fue castigado en el propio hogar de los Gigantes, pero 24 horas más tarde se
convirtió en uno de los héroes de la victoria sobre la Tropa Blanquiazul.
“Hoy le tocó al cerrador de ellos [Kenley Jansen]”,
respondió el apagafuegos quisqueyano en son de broma.
En la temporada del 2016, Casilla tiene un vecino en los
vestidores de los Gigantes que lo puede ayudar bastante en los instantes
tenebrosos. Se trata de su paisano Johnny Cueto, uno de los mejores abridores
de la década más reciente en la meca de la pelota.
“Le digo que mantenga su cabeza encima”, informó Cueto de lo
que le ha comentado a Casilla cuando las cosas no le sonríen en la lomita. “Le
digo que sé la clase de pitcher que él es, que uno pasa por eso”.
Después de esos días en los cuales no es tan efectivo,
Casilla suele venir “más bravo” en los juegos subsiguientes, de acuerdo a lo
que le ha comentado en ocasiones a Béisbol por Gotas.
Asímismo, Casilla no siempre está al ciento por ciento
físicamente, pero ni se queja ni sale a decirlo por la prensa, algo poco común
en una era en la cual la lista de los inhabilitados es el refugio de algunos de
sus colegas con dolencias mucho menos acentuadas que las de este veterano de la
tierra del merengue a la hora de hacer su trabajo.
Hoy en día, Casilla – junto a Romo y el boricua Javier López
– forma un grupo de veteranos en un cuerpo de relevo que se ha ido
reconstruyendo, pero Bochy lo mantiene como su ancla, porque sabe que puede
contar con sus servicios contra viento y marea.
Hasta pronto y, por favor, nunca pierdan la esperanza.
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