Manolo Hernández Douen
Con el debido respeto
a cualquier punto de vista contrario, NUNCA debió existir una duda.
Una temporada más
grandiosa que la de su Triple Corona no podia tener otro desenlace.
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Miguel Cabrera,
primer JMV de la Liga Americana en
temporadas consecutivas en dos décadas.
(Foto: cortesía de los Tigres de Detroit).
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Afortunadamente, 23
de los 30 colegas que tuvieron derecho al voto por el premio Jugador Más
Valioso de la Liga Americana vieron la bola bien clarita e hicieron lo que
usualmente Miguel Cabrera realiza cuando vislumbra su lanzamiento favorito: la
sacó del parque.
Sí. Cabrera, tercera
base de los Tigres de Detroit, es el JMV del Joven Circuito por segunda
temporada consecutiva en votación de la Asocación de Cronistas Especializados
en Béisbol (BBWAA por sus siglas en ingles) y solamente queda imaginar qué es
lo que hubiera podido lograr de no haber tenido que jugar lesionado
prácticamente a lo largo de más del mes final de la temporada.
Ya asomaba
como fuerte candidato a ser el primer pelotero de la Liga Americana con dos
trofeos al JMV de manera consecutiva desde Frank Thomas en las temporadas
1993-94 al promediar .365, con 30 jonrones y 95 carreras impulsadas antes del
tradicional Juego de las Estrellas.
“Le molestó
bastante”, aseguró el jardinero derecho de los Tigres, Torii Hunter, uno de sus
compañeros de equipo más experimentados, refiriéndose a los problemas físicos
del antesalista. “Le pegó duro a la bola, pero no podía correr. Pudo haber
bateado por lo menos 10 a 15 dobles [en el mes final]”.
Cabrera nunca se ha
caracterizado por ser un hombre de sencillos por el cuadro sino un bateador
contundente con un amplio sentido de la zona de strike, capaz de conectar la
pelota con reciedumbre a la pradera contraria con ese tipo de lanzamientos
afuera frente a los cuales luciría indefenso el 99% de sus colegas de poder en
el Béisbol de Lujo.
Como bien lo diría
Jim Leyland, ex dirigente de los Tigres a quien el tercera base agradece “por haberme hecho un mejor pelotero”, Cabrera no podía usar
prácticamente la parte inferior de su cuerpo para lograr un swing mejor balanceado
y sincronizado, un recurso de muchos de los grandes bateadores a la hora de
pararse en el plato.
Pese a ello, aún
cuando sus números bajaron considerablemente en las seis semanas finales, al
punto de que probablemente le costaron la enorme hazaña de ganar por segunda
temporada consecutiva la Triple Corona, pudo lograr el mejor promedio de su
trayectoria en la meca de la pelota (.348) para ganar su tercer título de bateo
seguido y de paso figurar entre los mejores de la Liga Americana en la mayoría
de los principales departamentos ofensivos del Joven Circuito.
Su cantidad de
jonrones (44) fue similar al del año pasado y su total de carreras impulsadas
(137) se quedó corto en dos comparable a
sus remolcadas de 2012, lo cual hizo que este año fuera mejor ya que intervino en
13 encuentros menos.
Sus tres títulos de
bateo seguidos lo colocan en una categoría especial. Los más recientemente
capaces de lograr algo similar en la Liga Americana fueron el panameño Rod
Carew (1972-75) y Wade Boggs (1985-1988), con cuatro coronas consecutivas cada
uno con una notoria salvedad: los dos fueron bateadores zurdos y de paso
se caracterizaban por ser hombres de contacto, nunca del poder del venezolano.
Por otra parte, el
hecho de que los Tigres cabalgaban en la punta del Centro de la Liga Americana
con un Cabrera saludable y se coronaron
con mínima ventaja sobre los Indios de Cleveland por hacerle tanta falta el
bate de su antesalista al ciento por ciento en la recta final, marca de por sí
la diferencia para que sea el Más Valioso de la Liga Americana, pese a otro año
fantástico de Mike Trout.
Nadie puede discutir
que Trout sea capaz de hacer más cosas en el diamante que Cabrera, especialmente
por la velocidad de sus piernas y su gran capacidad a la defensiva, pero es un
cuento de camino eso de que el brillante jardinero de los Angelinos de Los Angeles
en Anaheim sea un mejor pelotero de Grandes Ligas que el nativo de Maracay. Ese honor debe corresponderle al que cargue al
equipo a sus hombros y eso es lo que hace prácticamente el felino cada día
de su trayectoria.
¿Qué tan bueno es
Cabrera en comparación con los grandes de su tiempo? Valga subrayar que ya es
uno de los mejores bateadores derechos de era moderna.
Con humildad, el
propio Cabrera comentó – al ser proclamado en ceremonia en San Luis como ganador
del Premio Hank Aaron como el mejor a la ofensiva en la Liga
Americana – que se quita el sombrero ante un bateador de la talla del
dominicano Albert Pujols.
Por otra parte, Joe
Torre, un enorme conocedor de la pelota con aquilatada experiencia como
jugador, comentarista, dirigente y ahora ejecutivo,
expresó hace algunos años que nunca había visto un bateador derecho de la talla
del dominicano Manny Ramírez. Y vale apuntar que el ex receptor fue testigo de
la gran trayectoria de Willie Mays.
Sin entrar en
comparaciones, que siempre arrastran consigo el sabor de las pasiones, la actual generación de aficionados puede
sentirse orgullosa de disfrutar en Cabrera de un bateador de dimensiones similares o mejores que los dos quisqueyanos arriba citados y que a paso
agigantando va labrándose su camino a integrar el Salón de la Fama.
¿Es flor de un solo
día? ¡Claro que no! La calidad de Cabrera la ha venido demostrando desde que
ascendió a las Grandes Ligas con los Marlins de la Florida en 2003. Su
asombroso poder hacia la banda contraria,
que va puliendo al trabajar arduamente cada día, lo probó al sacudirle aquel jonrón
al jardín derecho a Roger Clemens ese mismo año en la Serie Mundial ganada por
los peces a los Yankees de Nueva York.
¿Podrá repetir otra
temporada como las de 2012 y 2013? No es fácil predecir resultados,
especialmente si se toma en cuenta el factor lesión, que nadie se puede
imaginar cómo puede aparecer en cualquier momento, pero la consistencia de
Cabrera invita a pensar que le esperarán unos cuantos años fabulosos antes de
que el peso del almanaque –ese del cual no se salva ni Mandrake el Mago- comience
a surtir efecto en su cuerpo, por ahora relativamente joven a sus 30 de edad.
Un promedio de por
vida de .321 y el hecho de que ha impulsado 100 ó más carreras por año en cada
temporada desde su primera completa en las Grandes Ligas en 2004, son cifras
que no mienten.
¿Brillará siempre con
los felinos rayados de la Ciudad Automotriz? Eso va a depender del alto mando
de ese equipo, que lo tiene firmado por un pacto de ocho años hasta fines de
2015 por $152.3 millones.
Sea como fuera, cada
aficionado, sea Tigre o de cualquier equipo, debe sentirse contento de ser
testigo de las hazañas de este artillero proveniente de otro planeta.
Hasta pronto y, por
favor, nunca pierdan la esperanza.
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