Manolo Hernández Douen
No Ichiro, no Dice-K, no Yu, ¡No importa! Lo que vale es jugar bien como equipo.
Es la lección contundente que le da Japón al planeta beisbolero en el Clásico Mundial.
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Tanto entusiasmo desplegaron los aficionados de Taiwán en el III Clásico Mundial que hasta se fueron con su alegre fiesta al Domo de Tokio. (Foto: cortesía de Alyssa Wiegand).
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Los bicampeones de la justa instaurada en el 2006 acudieron a la tercera edición sin las estrellas que tienen en el Béisbol de Lujo y que fueron clave en contiendas anteriores.
A lo mejor alguien pudo pensar que eso no sería suficiente, pero con peloteros de su propia Liga fueron capaces de avanzar una vez más a la final de los cuatro grandes de la justa.
Muchas cosas buenas ocurrieron en el III Clásico Mundial, pero esa nueva sobresaliente actuación de la novena de la Tierra del Sayonara tiene que ser una de las principales.
Y su público le dio amplio respaldo a ese plantel. El hecho de que una tercera parte de los televisores nipones estuvieran encendidos para ver la actuación japonesa en la primera ronda del certamen constituye una prueba contundente de eso.
En otra escala, pero también bajo el mismo concepto de que en la pelota no siempre prevalecen los nombres, pero sí los hombres, se deben colocar las actuaciones de novenas como Holanda y Taiwán, que hicieron mucho más de lo que de ellos se esperaba.
Holanda, una especie de fiera disfrazada de ovejita, ya no era una sorpresa tan grande porque en el 2009 había dejado fuera a un coloso como lo es República Dominicana, pero en esta ocasión también se dio el lujo de dejar en el camino tanto al subcampeón de hace cuatro años, Corea del Sur, como a un verdadero monstruo del mundo del diamante, como lo es Cuba.
Dirigido por el otrora pelotero de los Yankees de Nueva York Hensley “Bam Bam” Meulens, que demuestra tener los atributos necesarios para ser algún día un mánager en las Ligas Mayores, Holanda, conformada primordialmente por peloteros curazoleños, clasificó con todos los honores a las semifinales a celebrarse en San Francisco con un grupo balanceado tanto por veteranos como Andruw Jones como por jóvenes figuras como el verdugo de Cuba, Jonathan Schoop, gran prospecto del cuadro que tienen los Orioles de Baltimore.
A lo mejor en Holanda celebrarán mucho más los éxitos de su vibrante fútbol de la Naranja Mecánica, pero Usted puede estar seguro de que en Curazao, tierra del tremendo paracorto de los Bravos de Atlanta, Andrelton Simmons, se festeja este pase a la Final de los Cuatro Grandes igualito que como Jamaica le canta a las relampagueantes victorias del sensacional velocista Usain Bolt.
Ya que se habla de festejar a lo grande, el premio mayor se lo lleva la fanaticada de Taiwán, eliminado en la segunda ronda no sin antes dar un salto gigantesco a nivel internacional.
En contraste con algunos escenarios donde parecía jugarse en familia aquellos partidos en los que no estuviera involucrado el equipo local, Taiwán logró las máximas asistencias de su historial beisbolero cada vez que le tocó ser anfitrión.
A lo mejor necesitarán como un mes para recuperarse de la garganta todos esos aficionados que estuvieron dándole su desbordante energía y ánimo a su equipo no solamente en los momentos clave sino desde el primero al último lanzamiento. Y Taiwán cayó con las botas puestas, poniendo a sudar tinta a Japón al llevarlo a un extrainning en el Domo de Tokio.
Dentro de lo bueno, por supuesto, tiene que estar la actuación de la República Dominicana, invicto en la primera ronda pese a conformar el llamado Grupo de la Muerte, y especialmente después de que supo levantar cabeza frente a la sorprendente Italia, otra grata noticia del III Clásico Mundial que tuvo a Quisqueya contra la pared en los primeros seis episodios de un escalofriante partido inicial de la segunda fase en Miami.
Clasificar invicto a San Francisco, un éxito acentuado por el triunfo sobre los Estados Unidos, borra de cierta manera la enorme amargura de caer en la primera ronda en 2009.
La unión de un trabuco liderado por Tony Peña y la excelencia de un cuerpo de relevo encabezado por el cerrador Fernando Rodney, permitieron a la República Dominicana tener el honor de ser la mejor novena latinoamericana en el III Clásico Mundial en camino a las semifinales.
Lo de Puerto Rico merece punto y aparte.
Todo un titán del Caribe, la Isla del Encanto ha sufrido la caída de su nivel en Grandes Ligas en las décadas más recientes, pero sus peloteros probaron en el III Clásico Mundial que la pasión por la pelota aún perdura en Puerto Rico.
Una conducción fantástica de Edwin Rodríguez y una actuación fabulosa del jardinero central Angel Pagán, aparte del enorme pitcheo del veterano Nelson Figueroa con sus seis innings en blanco frente a Estados Unidos, fueron la fórmula del éxito para los boricuas.
A la cabeza de lo malo tiene que ubicarse la eliminación de tres colosos latinoamericanos, como lo son Venezuela, Cuba y México.
La unión de un trabuco liderado por Tony Peña y la excelencia de un cuerpo de relevo encabezado por el cerrador Fernando Rodney, permitieron a la República Dominicana tener el honor de ser la mejor novena latinoamericana en el III Clásico Mundial en camino a las semifinales.
Lo de Puerto Rico merece punto y aparte.
Todo un titán del Caribe, la Isla del Encanto ha sufrido la caída de su nivel en Grandes Ligas en las décadas más recientes, pero sus peloteros probaron en el III Clásico Mundial que la pasión por la pelota aún perdura en Puerto Rico.
Una conducción fantástica de Edwin Rodríguez y una actuación fabulosa del jardinero central Angel Pagán, aparte del enorme pitcheo del veterano Nelson Figueroa con sus seis innings en blanco frente a Estados Unidos, fueron la fórmula del éxito para los boricuas.
A la cabeza de lo malo tiene que ubicarse la eliminación de tres colosos latinoamericanos, como lo son Venezuela, Cuba y México.
La más dolorosa tiene que ser la de México por dos razones. La principal es que dejó escapar un primer juego ante Italia por no tener la previsión de estructurar un plantel ideal al punto de que tenía en el bosque izquierdo a Edgar González, un excelente competidor que mereció mejor suerte que la de lucir mareado al tratar de fildear dos elevados que hubieran sido capturados por el 99% de sus paisanos cuya posición es precisamente la de ser guardabosque y no jugador de cuadro. La segunda razón es que ahora, por llegar de cuarto en su grupo, tendrá que ir a las eliminatorias con miras al IV Clásico Mundial.
Muchos llaman la eliminación de Venezuela como una “vergűenza”. En realidad no lo es. No avanzar a la segunda ronda, pese al tremendo trabuco de la vinotinto, es decepcionante, pero más bien un canto a la actuación de equipos como Puerto Rico y República Dominicana. Lo que sí es triste es que compitió con las manos atadas por no contar con sus mejores lanzadores abridores posibles, pero eso no puede usarse como excusa porque muchas otras novenas tuvieron que pasar por los mismos apuros.
Le quedó el consuelo a Cuba, de la que siempre se espera demasiado por ser una enorme cantera de peloteros aún cuando muchos se le van año tras año, de caer con honor en la segunda ronda, aniquilada esta vez dos veces por Holanda, que sometió a la misma tortura a la República Dominicana en la primera fase de 2009.
Lo feo del III Clásico Mundial no es la bronca México-Canadá, que después de todo fue fruto de un enorme malentendido o falta de comunicación de la forma como se buscaba la clasificación –por las curiosas reglas del evento- no importando la diferencia en el marcador.
Lo feo es que aún después de haber arrancado el evento, y pese a que se hayan producido tantas bajas de antemano, todavía se presentasen situaciones en las que se hizo obvio que para algunos el Clásico Mundial es otra versión de los Entrenamientos de Primavera.
Eso de que los Tigres de Detroit llamasen a cada rato al alto mando del equipo venezolano para controlar el uso del lanzador Aníbal Sánchez o que Joe Torre dejase de utilizar en momentos apremiantes a ciertos peloteros o relevistas clave porque todos necesitaban jugar, no debe caber en un evento de esta índole.
Afortunadamente, hay mucho más de lo bueno en el III Clásico Mundial como para que lo malo y lo feo puedan quedar bajo la alfombra, pero sí hay cosas en las que debe trabajarse para que la contienda vaya alcanzando ese nivel con el que tanto se sueña.
Hasta pronto y, por favor, nunca pierdan la esperanza.
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