Manolo Hernández Douen
El Béisbol de Lujo está a la vuelta de la esquina. Ya vienen los Entrenamientos de Primavera.
En pocos días la temporada 2011-12 será apenas un grato recuerdo de emocionantes batallas.
Pero primero es necesario celebrar una fiesta, una última reunión anual que sea del deleite de la fanaticada latinoamericana que disfruta de sus propias Grandes Ligas desde octubre.
Esa conmemoración es la Serie del Caribe, la Pequeña Serie Mundial del Béisbol Latinoamericano, que en esta ocasión se celebra en la República Dominicana.
No acuden a la voz de ¡Play Ball! en la tierra del merengue algunas de las principales figuras de los equipos participantes, bien por falta de permiso de sus respectivas organizaciones de las Grandes Ligas o por el deseo de descansar luego de una agotadora temporada con el fin de reanudar su trabajo en algunos de los 30 campamentos que abrirán sus puertas en febrero en Florida y Arizona.
Será sentida la ausencia de algunos peloteros de calidad como el receptor venezolano Wilson Ramos, el relevista dominicano Fernando Rodney y el primera base mexicano Jorge Vázquez, Jugador Más Valioso de la Serie del Caribe del 2011, para mencionar algunos casos.
Nadie los culpará. Se partieron el pecho por sus respectivas novenas a la hora buena, algunos hasta más allá del deber como Ramos, quien fuera víctima de un angustioso secuestro, pero aún así encaró y superó el reto que se propuso: ayudar a la coronación de su equipo.
Y muchos de los que visten los uniformes de los respectivos monarcas iniciaron la campaña 2011-2012 con franelas diferentes, en algunos casos hasta en otros países.
Un claro ejemplo de la combinación de reconocida calidad y fervor competitivo es el derecho Edgar González, abridor de los Naranjeros de Hermosillo que en las respectivas rondas de la Liga Mexicana del Pacífico reforzó a los Aguilas de Mexicali y los Algodoneros de Guasave y ahora figura en la rotación del monarca azteca.
Un caso similar es el zurdo Raúl Valdés, pieza de los Toros del Este que se integró a las Aguilas Cibaeñas en la final dominicana y ahora será baluarte de los Leones.
Sea cual fuera el ejemplo individual referido, o el hecho de que un equipo participante pudiera ser diferente en un alto porcentaje de sus piezas al que inició la respectiva campaña, no hay nunca duda de la legitimidad de las franquicias que salen al terreno del Estadio Quisqueya del 2 al 7 de febrero, porque el fragor de la batalla envuelve a los cuatro flamantes campeones de México, Puerto Rico, Venezuela y el anfitrión República Dominicana.
Yaquis de Obregón, Indios de Mayagüez, Tigres de Aragua y Leones del Escogido, equipos que ya le han dado a sus respectivos países la satisfacción de ganar una o más veces la Serie del Caribe, se encargan de extender la fiesta latinoamericana hasta su máximo horizonte.
De hecho, tres de estos equipos acuden a Quisqueya con la encomienda de repetir la hazaña lograda en sus presentaciones previas, como es el caso de los Yaquis, Leones y Tigres, monarcas del Caribe en las contiendas del 2011, 2010 y 2009 en ese orden.
Los Yaquis, representantes de una nación que era considerada la Cenicienta de la Serie del Caribe a principios de la segunda etapa de la justa en los años ‘70, buscarán el honor de lograr coronas consecutivas, logrado más recientemente en 1997 y 1998 por las Aguilas Cibaeñas, dirigidas en esas ocasiones por Mike Quade, piloto de los Cachorros de Chicago en el 2011, y Tony Peña, una de las glorias latinoamericanas de la receptoría.
Curiosamente, Francisco Peña, uno de los hijos de Tony, integrará el plantel del Escogido, proyectándose como de las figuras jóvenes que estarán bajo la mira de la fanaticada, siempre ávida de ver en la Serie del Caribe a promesas que algún día se hagan famosas como estrellas del diamante.
Quizás la justa de Quisqueya pueda ser el trampolín hacia la fama de jugadores que sueñan con la gloria en las Grandes Ligas, entre otros como el paracorto venezolano Miguel Rojas, pelotero de los Tiburones de La Guaira que refuerza a los Tigres y que aspira a ser algún día el titular de la exigente posición número seis con los Rojos de Cincinnati; y Marco Carrillo, serpentinero mexicano que acudirá el campamento de los Cachorros de Chicago con esperanzas de ganarse un puesto para el 2012.
A veces la Pequeña Serie Mundial del Béisbol Latinoamericana es la tabla para aferrarse a un sueño de veteranos que se resisten a decir adiós sin antes dejar una huella más en el terreno.
Apunten en este grupo que se ríe del almanaque a Brian Sweeney, un veterano de 37 años de edad que refuerza a los Tigres y que buscará un puesto con los Marineros de Seattle.
El propio escenario de la competencia, el Estadio Quisqueya, inaugurado en 1955, trae sus propios recuerdos a la justa, como aquel monumental jonrón con las bases llenas del venezolano Antonio Armas ante un envío del dominicano Mario Soto en 1980, pasándola por encima de un cartel que en ese entonces proclamaba imponente que había un jugoso premio en metálico para el que pudiera pegarle siquiera.
Sobre todas las cosas, la fiesta dentro y fuera del diamante prosigue con el entusiasmo de siempre, marcando una vez más el desenlace de todo una sabrosa costumbre que arranca cada octubre en México, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela.
¡Que gane el mejor!
Hasta pronto y, por favor, nunca pierdan la esperanza.
Comentarios