Manolo Hernández Douen
Willie Mays, Willie McCovey, Orlando Cepeda, Juan Marichal, Gaylord Perry y tantos inmortales soñaron por mucho tiempo con alcanzar los máximos honores de la pelota.
Nadie imaginó que un grupo conformado por relativamente desconocidos haría realidad ese anhelo.
San Francisco se viste de naranja y negro para festejar con sus Gigantes. |
Sí. Los conceptuados con cariño como un grupo de desahuciados e inadaptados por su propio manager, Bruce Bochy, hilvanaron la proeza.
Tim Lincecum hizo honor a sus Premios Cy Young con una joya de pitcheo a lo largo de ocho episodios y el colombiano Edgar Rentería pegó de nuevo el palo crucial en el juego decisivo de una Serie Mundial para que los Gigantes derrotasen 3-1 a los Rangers de Texas en ruta a su primera corona desde 1954, cuando su hogar todavía estaba en el corazón de la Gran Manzana.
Rentería, quien castigó al estelar Cliff Lee al remolcar las únicas tres carreras de su equipo en el quinto y último juego con su segundo cuadrangular de la finalísima beisbolera del 2010, coronó quizás el año más difícil de su trayectoria en las Ligas Mayores como el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial.
Enterrados en el cuarto lugar de la División Oeste de la Liga Nacional a mediados de la temporada, los Gigantes no eran los favoritos en la Serie de Campeonato frente a los Filis de Filadelfia.
Superado en las estadísticas por un conjunto texano repleto de poder y de velocidad, San Francisco no era el candidato de la prensa especializada para ganar la Serie Mundial.
Pero los dirigidos por Bochy supieron ofrecer lo que no demostraron tener ni Filis ni Rangers: un héroe diferente cada noche, un grupo de 25 hombres dispuesto a aportar su granito de arena como si fuera una sola entidad en pos de la victoria.
Prueba inequívoca de ello es el propio Rentería, quien ya se sabía de memoria el papel de ser un pelotero clave a la hora buena.
Diezmado por lesiones a lo largo de la temporada, relegado al banco en juegos cruciales de la recta final y en algunos partidos de la Serie Divisional, quizás un poco frustrado por no haber podido rendir a lo largo de sus dos años con los Gigantes como lo ha hecho a lo largo de una trayectoria de 2,252 hits –sin contar los playoffs- en el Béisbol de Lujo, el orgullo de Barranquilla, Colombia, esperó con paciencia.
Su recompensa, su jonrón frente a Lee para decidir en el séptimo episodio lo que era un tremendo duelo de pitcheo, ya no era ninguna sorpresa.
Rentería había demostrado desde bien jovencito el material del cual está hecho al pegar el hit de oro que dejó tendidos en el diamante a los Indios de Cleveland para decretar la victoria de los Marlins en el séptimo juego y dar en 1997 la primera corona absoluta de la historia a la franquicia floridana.
A lo mejor Rentería, crucial en el segundo encuentro al disparar cuadrangular y remolcar tres carreras y que en el cuarto cotejo pegó tres de los ocho imparables de su equipo, decide colgar los spikes de un momento a otro. Ya venía jugando con un desgarre del bíceps izquierdo, entre otras lesiones.
Si lo hace tendrá la satisfacción de irse como doble héroe de la Serie Mundial.
Por supuesto, todo comienza y termina con el buen pitcheo y los Gigantes contaron precisamente con eso: una excelente faena de sus serpentineros.
Ya los Rangers habían experimentado la amargura de ser el primer equipo blanqueado en dos ocasiones en una sola Serie Mundial desde que los Orioles de Baltimore hicieron trizas de los Dodgers de Los Angeles en su sensacional barrida de 1966 cuando les tocó medirse en el quinto partido a Lincecum.
El joven que llaman “The Freak”, concepto peyorativo que generosamente puede ser traducido como “El Fenómeno”, le debía una faena de lujo a sus parciales, luego de ganar el primer juego pese a tolerar cuatro anotaciones.
Y cumplió con creces.
En sus ocho episodios toleró solamente tres hits, mientras ponchaba a 10. La única carrera texana fue por cuadrangular del dominicano Nelson Cruz, cuyo sensacional engarce contra la pared en el sexto episodio sobre batazo de Buster Posey evitó lo que pudo haber sido por lo menos un doblete remolcador de carrera.
Lincecum no fue el único brazo de oro de los Gigantes.
Matt Cain tiró una perla en el segundo partido, al no permitir carrera alguna en su faena de 7.2 episodios. Nadie le anotó en 21.1 episodios de la postemporada del 2010.
Madison Bumgarner logró a sus 21 años una proeza de marca mayor al dejar a los Rangers en tres hits en ocho episodios en salsa blanca en el cuarto desafío.
Esos lanzadores se acostumbraron una y otra vez a ganar los partidos cerrados, tanto en la temporada regular como en las primeras dos rondas de los playoffs.
Brillar en la Serie Mundial ya no era raro. Aunque Texas es una de las novenas más poderosas de la pelota, medirse a ella era como una perita en dulce para todos esos valiosos brazos después de tantos tortuosos encuentros en las semanas previas.
Si es cierto que todo comienza con el buen pitcheo, también es verídico que todo arrancó con buen pie para los nuevos campeones por la labor de su alto mando.
En este sentido, el gerente general Brian Sabean fue duramente criticado por los contratos de largo alcance a peloteros que fueron estrellas con otras franquicias como el abridor zurdo Barry Zito y el jardinero central Aaron Rowand, pero que no fueron ni su sombra en la Bahía.
A la hora de la verdad, empero, Sabean realizó un cambio positivo tras otro al ir sumando las piezas que a la postre fueron cruciales en el desenlace.
Algunos de esos baluartes los encontró prácticamente en el baúl de desperdicios de otras franquicias.
Pat Burrell había sido puesto en libertad por los Rays de Tampa Bay a comienzos de esta temporada y aceptó un contrato de las ligas menores con la esperanza de reverdecer laureles con los Gigantes. Es cierto que se ponchó 11 veces en la Serie Mundial, pero de no haber sido por su aporte a lo largo de la campaña San Francisco nunca hubiera soñado siquiera con ir a los playoffs.
Cody Ross fue tomado de la lista de waivers o peloteros disponibles prácticamente para evitar que lo reclamasen los Padres de San Diego y su aporte fue enorme en la recta final y en los playoffs, en los cuales pegó cinco jonrones, convirtiéndose en el Jugador Más Valioso de la Serie de Campeonato.
El relevista puertorriqueño Javier López fue adquirido a mediados de temporada cuando le urgía a Bochy un pitcher zurdo para situaciones cruciales. Y demostró ser un cuchillo ante bateadores izquierdos una y otra vez a la hora buena.
Esos son tres ejemplos de los movimientos clave de la gerencia, pero no hubiesen cuajado como un equipo campeón de no haber sido por las decisiones cruciales de Bochy, quien sorbió la satisfacción de ser el dirigente de un monarca de la Serie Mundial luego de que sus Padres de San Diego fueran barridos por los Yankees de Nueva York en 1998.
A Bochy no le importó nunca el nombre que había detrás del uniforme de sus peloteros. Solamente le preocupó inscribir cada día la alineación ideal para salir airoso.
Cuando Rowand no encontró la fórmula ideal para rendir como bateador, Bochy le brindó la oportunidad al boricua Andrés Torres, quien a sus 32 años fue el catalizador de los Gigantes como primer bate de lujo y jardinero central.
A Juan Uribe, quien fuera compañero de Rowand en el equipo de los Medias Blancas de Chicago que ganó la Serie Mundial del 2005, lo movió prácticamente por todo el cuadro, dependiendo donde hacía falta. Y el dominicano respondió con defensa sólida y enorme temporada a la ofensiva.
No le tembló el pulso a Bochy a la hora de sacar a Zito de su roster para los playoffs.
El propio Rentería fue al banco cuando se hizo necesario y el venezolano Pablo Sandoval, segundo mejor bateador de la Liga Nacional en el 2009, también fue sentado cuando Bochy lo consideró apropiado.
En el cuarto juego de la Serie Mundial, desengavetó a hombres como Travis Ishikawa y Nate Schierholtz, quienes tenían como medio siglo sin abrir un juego, con tal de poner más zurdos en el line-up.
En el séptimo episodio del juego final mandó a tocar la bola al poderoso Aubrey Huff, quien no había intentado un sacrificio en todo el año. Dos bateadores más tarde, Rentería disparó su batazo histórico.
La meta era ganar. No importaba satisfacer egos.
Y de este sorprendente grupo pueden sentirse orgullosos Mays, McCovey, Marichal, Cepeda, Perry y tantas figuras del pasado glorioso de la franquicia de naranja y negro.
Ya no será “La Tortura” de 56 años. Los Gigantes son los nuevos reyes de la pelota.
Hasta pronto y, por favor, nunca pierdan la esperanza.
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