Manolo Hernández Douen
El parque estaba lleno hasta la bandera, digno escenario para el magno evento de la pelota latinoamericana.
Jorge Vázquez, poderoso bateador de los campeones Yaquis de Ciudad Obregón, fue el Más Valioso de la Serie del Caribe del 2011 (Foto Venados de Mazatlán). |
Y Armando Ortiz, un virtual desconocido, castigó con un cuadrangular al estelar zurdo cubano Miguel Cuéllar, en ese momento baluarte del monarca de Puerto Rico, para sellar la primera página dorada de la segunda etapa de la Serie del Caribe.
Aquello ocurrió en 1970 en Caracas, concretamente en el Estadio Universitario, cuando los Navegantes del Magallanes ganaron la primera Pequeña Serie Mundial del Béisbol Latinoamericano celebrada luego de una década de ausencia.
Muchos episodios brillantes se han escrito desde entonces.
Sí se han producido muchas entradas excelentes, especialmente cuando la contienda se disputa en México.
Sí han jugado peloteros de enorme nivel, como en aquella ocasión cuando Puerto Rico confeccionó su Equipo de Ensueño para coronarse de manera invicta en 1995.
Y si se trabaja bien no hay ninguna razón para pensar que no podrá continuar esta contienda de forma estelar.
¿Por qué no? Es la cita que esperan anualmente todos los aficionados de México, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela, el desenlace de un sabroso invierno de pelota en dichas naciones.
Pero la frase “si se trabaja bien” no aparece en esta columna por accidente, porque eso es necesariamente lo que hay que hacer para revigorizar la Serie del Caribe.
El panorama de tribunas hambrientas de aficionados no fue totalmente un canto a la prosperidad en la edición más reciente de la contienda, celebrada a comienzos de febrero en Mayagüez, Puerto Rico.
Merecían mejor suerte los que invirtieron tanta plata para convertirse en anfitriones dignos de la justa beisbolera.
La ausencia de muchos de los peloteros que caracterizaban los planteles participantes tampoco fue necesariamente un oasis de esperanza con miras al futuro.
Tal vez la Serie del Caribe nunca podrá contar con aquellas grandes figuras del pasado por muchas razones obvias, comenzando por el hecho de que ya no participan en la pelota del Caribe tantas figuras de renombre por motivos económicos.
No hay que tener una memoria de elefante para recordar los días en los que las organizaciones de las Grandes Ligas enviaban al Caribe o permitían jugar a ese nivel a peloteros de mayor cartel, pero ahora prefieren cuidar su inversión.
En este mismo orden de ideas, ya no es necesario que un jugador que gane cierto salario en la pelota norteamericana tenga que irse a Latinoamérica a completar su entrada.
Sin embargo, la pasión sigue viva en esas cuatro naciones para cuyos aficionados los respectivos títulos nacionales equivalen a lo que es la Serie Mundial en la Gran Carpa.
Esos campeones aún pudieran celebrar Series del Caribe capaces de maximizar su atención, pero necesitan adoptarse medidas firmes al respecto.
A lo mejor una futura incursión de Cuba y Nicaragua pueda ser una alternativa importante para vigorizar la contienda, pero con el planteamiento actual de cuatro equipos sí se puede seguir organizando una competencia de altos quilates.
Lo primero que debe hacerse es modificar la tradicional fecha en la que se celebra la Serie del Caribe, que usualmente se juega a principios de febrero.
Para ese momento del año ya las organizaciones de las Grandes Ligas están haciendo maletas para los Entrenamientos de Primavera y lo último que figura en la mente de sus respectivos ejecutivos es permitir que piezas de valor sigan jugando en la pelota del Caribe.
No es raro observar que peloteros clave para la coronación de su equipo en México, Puerto Rico, República Dominicana o Venezuela tenga que decir “hasta luego” a la hora de que sus novenas se dispongan a inaugurar la Serie del Caribe.
Tanto es así que muchas veces la alineación de un equipo puede lucir totalmente diferente en una Serie del Caribe con respecto a la que lo llevó a su título nacional. La idea de los refuerzos siempre fue y seguirá siendo buena, pero ahora se requiere de una remodelación enorme por la carencia de tantos baluartes que prefieren reposar o reciben la orden de hacerlo.
Si la Serie del Caribe se celebrase en la penúltima semana de enero, digamos del 15 al 22 de ese mes, se multiplicarían las posibilidades de que se hagan presentes algunos de estos jugadores y por ende su intervención se convertiría en un atractivo extra para la fanaticada.
Hace un par de años, por ejemplo, Francisco Liriano fue pieza clave para la coronación de los Leones del Escogido. Imagínese el cartel de una Serie del Caribe con equipos que también puedan contar entre sus peloteros a valores como el estelar zurdo dominicano de los Mellizos de Minnesota.
Por supuesto, el reto sería completar el requisito de definir cada campeón nacional para mediados de enero, bien sea compactando sus respectivos calendarios o comenzando cada torneo antes de lo acostumbrado, tal vez a fines de septiembre.
Por otra parte, la estructura misma del calendario de la Serie del Caribe pudiera ser ajustada para que se genere una mayor atención día por día de la fanaticada presente.
Actualmente, se celebra en forma de dos vueltas de todos contra todos, después de las cuales se corona campeón el equipo que disfrute de una mejor marca.
En ese mismo lapso de tiempo pudiera confeccionarse un calendario más dinámico que haga la competencia más interesante de principio a fin.
¿Qué tal si juegan una sola ronda en vez de dos? Posteriormente, los participantes en la cuarta jornada serían los definidos por un sorteo a celebrarse meses antes de la competencia.
De este modo, cada equipo tendría garantizada la intervención en cuatro fechas, independientemente de la marca que obtuvieran en las mismas, pero de allí en adelante solamente participarían las que tengan la opción de jugar por los máximos honores.
La quinta jornada sería para definir empates, una competencia de tú a tú para extraer dos finalistas que jugarían por el título en la sexta fecha de competencia.
Si se juega de esta manera, quedaría garantizada una quinta jornada de enorme interés y nunca se correría el riesgo de que la velada final sea solamente de trámite, ni que se produzca un empate de dos o más líderes que amerite de una séptima tanda o de fórmulas ajenas a las características propias del béisbol, un deporte que define sus campeonatos por triunfos y derrotas, no por promedio de carreras.
Esta es solamente una plegaria salomónica de un humilde admirador de la Serie del Caribe. A lo mejor se pueden producir muchas otras ideas que garanticen el éxito futuro de la contienda.
Las próximas generaciones van a agradecer los pasos que se puedan tomar ahora.
Hasta pronto y, por favor, nunca pierdan la esperanza.
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